Esta semana, las compañías Netflix y Warner Bros. Discovery anunciaron un acuerdo "definitivo" para la adquisición de los estudios de cine y televisión, sumando a ello sus servicios de transmisión HBO y HBO Max, en una transacción de aproximadamente 82.700 millones de dólares que recibió la aprobación -inédita y- unánime de las juntas directivas de ambas firmas, y que se materializará luego de la separación de la división de cadenas globales de la empresa vendida.

Sin embargo, no todo lo que brilla es oro, aunque la operación se verá inicialmente reflejada en la fusión de catálogos para los suscriptores, con franquicias y obras que pasarán a estar disponibles en Netflix, entre ellas "Game of Thrones", "The Sopranos", "The Big Bang Theory" y el universo cinematográfico de DC.

Para abordar las implicancias de una noticia anunciada a nivel global con "bombos y platillos", cabe recordar que Warner Bros. posee el canal HBO, cuyas producciones se destacaron por la gran calidad y el sello de autor: un impecable camino que parecería haber llegado a su fin.

La compra implicaría una eventual suba de precios para los suscriptores de Netflix, pero esa no sería la peor noticia, sino el hecho de que la empresa con sede en California, Estados Unidos, apostará al modelo que la caracterizó en la última década: inundar la biblioteca de producciones de baja calidad, con guiones que parecerían haber sido escritos por alguna inteligencia artificial y respetando a rajatabla los "cupos de diversidad", lo cual mayormente ha ido en detrimento del resultado final.

Ello también implicaría que muchas nuevas series y miniseries sufrirían la conocida "Espada de Damocles" de Netflix, siendo canceladas a poco de haber sido lanzadas, si no superan una determinada cantidad de visualizaciones.

Otro aspecto que también se verá reflejado en el nuevo "orden mundial" del cine por streaming es el estreno de temporadas completas, a diferencia de la metodología de HBO Max, que suele publicar, en el caso de nuevas series como la popular "It: Welcome to Derry", un capítulo semanal, generando el clásico "cliffhanger" en el público por sobre el "binge-watching" o las "maratones" de episodios a los que Netflix ha acostumbrado a un público que parecería haber reemplazado el menú a la carta, por un catálogo de comida chatarra.

En el caso de Warner Bros., una de las pocas compañías que ha apostado fuerte a las salas de cine -por ejemplo, con la última cinta de Paul Thomas Anderson, "One Battle after Another", ciertamente se reduciría su presencia en la gran pantalla, lo que representará un verdadero golpe para la industria cinematográfica.

La única plataforma que parecería escapar a una lógica que busca convertir al cine en una línea de montaje, parecería ser Apple TV, con producciones propias y en muchos casos de calidad, con un auténtico sello de autor.

Por último, la compra de Warner Bros., HBO y HBO Max por parte de Netflix, no solo representa una herida mortal para la industria cinematográfica, sino también para los miles de empleos que podrían perderse en dichas compañías, a partir de una adquisición que parecería haber sido pensada priorizando los ingresos a través de las suscripciones, y olvidando aquella magia del cine que acompañó a muchos espectadores durante toda su vida.

Una vez más, las decisiones corporativas han tomado por sorpresa al público, subestimando sus preferencias y, en lugar de ofrecer un menú acotado pero de calidad, han decidido lanzarle por la cabeza miles de hamburguesas, en su mayoría, preparadas con ingredientes de dudosa calidad. El resultado no puede ser otro: una profunda, profunda indigestión.